Tiroxina 245



En los últimos días en el Altiplano -o Megalópolis, para escucharme fifí- respiramos una especia de nata grasienta, traemos los ojos rojos sin ayuda de FZ10 y por todos lados huele a pollo quemado y orines de conejo. Todo esto me hizo recordar una de mis películas de zombis favoritas: The Return of the Living Dead, filme de 1988 dirigido por Dan O'Bannon, quien fue guionista de Alien, Total Recall y Alien vs Predator.

La película la vi por recomendación de un amigo, quien me dijo “no mames, carnal, salen zombis punks”, Y sí, en efecto la anarquía aprendió a caminar después de muerta. Otro detalle que me atrapó de la película fue el soundtrack y el hecho de que los cadáveres vivientes eran muy divertidos, algo libidinosos y medianamente inteligentes.

¿Por qué recordé la película? Al inicio dos trabajadores de una bodega de productos médicos charlan sobre la película de The Night of the Living Dead, de George A. Romero, diciendo que lo que sucede ahí fue verdadero, que el Ejército de los Estados Unidos metió los cuerpos en barriles.

Así crearon Tiroxina 245, un virus gaseoso entre amarillo y verde que servía para fumigar y exterminar plantíos hippies de mariguana, pero que descubren que también es efectivo para reanimar tejidos nerviosos del cuerpo humano.

Para no hacer un resumen extenso el gas escapa y el infierno se desata.

Una de las mejores escenas del filme es cuando atrapan a uno de los zombis y le preguntan por qué comen humanos y responde “no, humanos no; ¡cerebros!” porque es lo púnico que les quita el dolor de estar muertos.

Pensaba en que ese mismo virus es el que estos días flota en el aire (perdón, Dylan, nunca fue la respuesta sino Tioroxina 245), que estamos condenados a morir o que de hecho ya somos zombis  algo divertidos, poco inteligentes y muy libidinosos, muriendo día a día sin darnos cuenta y comiendo cerebros, extinguiendo lo poco que de queda vivo en esta ciudad.

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