Y ya no habrá nadie


Hablar de desaparición forzada es hablar de una estrategia de terror impuesta por las autoridades
cuyo objetivo es “aleccionar” al diferente o al incómodo, anular la existencia, dar certezas a partir
de un sinfín de incógnitas.

En México las desapariciones han pasado a formar parte del diccionario del terror cotidiano,
compendio muchas veces acuñado por las autoridades, solapado por el Estado bajo el pretexto de
la “casualidad” y con el común denominador de “criminalizar a la víctima”.

En Ni vivos ni muertos (Grijalbo, 2014), el periodista Federico Mastrogiovanni realiza una
investigación precisa sobre el fenómeno de la desaparición forzada en nuestro país y entrega una
radiografía de este modelo del terror.

Apoyado de historias como las de Rosendo Radilla Pacheco en Guerrero, Alán Cerón en
Cuernavaca, o la de Melchor Flores, “El Vaquero Galáctico” en Monterrey, se aborda este
fenómeno desde diversos frentes, tales como la investigación hemerográfica, la opinión de
familiares, académicos, activistas, historiadores. ¿El objetivo? Mostrar un cuadro preciso de la
desaparición forzada no de manera estática ni unilateral.

En México, escribe el periodista, se ha vuelto imposible hablar de acontecimientos políticos y
sociales sin enfrentarse al tema de las desapariciones forzadas, por lo que dice –con dolor- ya no
sorprende su existencia sino el silencio a su alrededor.

“La sociedad y el Estado mexicano todavía no asumen las graves repercusiones que ha traído
consigo la ruptura sistemática del antiguo pacto histórico entre las instituciones y los ciudadanos,
y mucho menos que los daños profundos en la estructura del tejido social tendrán consecuencias
impredecibles”, precisa Mastrogiovanni, quien critica que en muchos estados de la República
mexicana el delito de desaparición forzada no está tipificado.

Para responder por qué suceden las desapariciones forzadas en México el periodista traza una
línea desde la llamada “guerra sucia”, una etapa oscura del país que comprende de los finales de
los años 60 hasta finales de los 70 donde se ejecutaron medidas de represión para mitigar
movimientos y expresiones de oposición contra el Estado mexicano, hasta principios del sexenio
de Enrique Peña Nieto.

A lo largo de Ni vivos ni muertos el ambiente desconsolador nos abraza, incluso la narrativa de
Mastrogiovanni concluye que “las cosas pueden empeorar, siempre pueden empeorar”, y asesta
un “más vale que lo aceptemos ahora y mañana”.

En “Desapariciones”, canción icónica del panameño Rubén Blades, se cuestiona “¿cómo se le habla
al desaparecido?”, y responde “con la emoción apretando por dentro”.

Así, con este ánimo, Federico Mastrogiovanni asegura que “cada uno de los desaparecidos es
nuestro, nos pertenece, nos lo arrebataron y merece ser encontrado, Porque si no hacemos nada y
al final todos desaparecemos (…) será sólo noche y niebla, y ya no habrá nadie”.

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