La lección del tlacuache


Compartir información en redes sociales de manera indiscriminada es uno de los triunfos de internet, pero también parte fundamental de su derrota. Comprobar los hechos se ha vuelto un ejercicio casi inexistente: notas informativas que aseguran que un personaje recién murió cuando lleva cinco o hasta diez años sin vida, frases mal atribuidas a personalidades, imágenes alteradas o que no corresponden al momento del que se hace referencia. En las redes sociales el contexto lo pone el usuario.

Y contenido que no se comprueba lleva implícita una condena, una descalificación que viaja en segundos a través de los likes, los retuits, los “compartir”. En muchos casos este tipo de información trasciende el hecho verdadero y se instaura en lo válido. ¿Mentira que se repite se vuelve verdad?

Prueba de ello es la imagen del tlacuache que supuestamente fue utilizado como proyectil en el enfrentamiento del domingo 19 de junio en Nochixtlán, Oaxaca, entre elementos de la Policía federal y miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que dejó diez muertos y al menos cien heridos.

En la imagen difundida se observa a un hombre que sostiene a un tlacuache por la cola, listo para arrojarl. No se ve hacia dónde ni hacia quiénes, pero bastó que alguien tomara esa foto publicada en la revista Vice en 2015 para que el tribunal mediático afirmara que el de la imagen era un maestro que agredía policías.

Fotografía: Hugo Borges (2015)
Las burlas llegaron, y con ellas los memes, los gifs, los chistes, la ridiculización del maestro disidente, aquel que toma lo que sea como un arma, aquel que “no sabe” que un tlacuache no hará gran daño a los cuerpos de Seguridad del Estado protegidos con casco, hombreras, chaleco antibalas, coderas, espinilleras, suspensorio. ¡Ay, maestro ignorante!

La chacota se extendió. Los medios de comunicación se dedicaron a recopilar toda imagen alusiva a la fotografía. Pero, ¿alguien reparó en comprobar la pertenencia de la imagen?

No fue sino hasta horas después de que el meme del “tlacuache vengador” se regara como pólvora en la supercarretera de la información, que desde la fuente de origen se atajó el equívoco. La imagen, reveló Vice, pertenece al reportaje “Kots kaal pato, un ritual de sangre y muerte en Yucatán”, realizado por Tomás Martín, acompañado de las fotografías de Hugo Borges.

El daño estaba hecho. El facilismo informativo obtuvo un triunfo más.

No comprobar la información es un problema, tal y como lo es parcializar contenidos; sin embargo, en este caso los medios de comunicación abonaron a la ya de por sí desprestigiada lucha de la CNTE contra la reforma educativa, caricaturizando su protesta. Una imagen falsa adquirió mayor relevancia que el enfrentamiento mismo y que indagar en la raíz del conflicto, y puso los ojos de los lectores en la broma y en la ocurrencia.

El tlacuache no lastimó a ningún elemento de la Policía federal sino a los lectores.

El tlacuache no fue arrojado por un miembro de la CNTE sino por los medios de comunicación. Sí, sí hizo daño.

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