Medios a medias


La historia de la violencia contemporánea en México tiene su denominación de origen en la corrupción. Un sujeto paga miles de pesos para que una patrulla no esté donde se supone debe estar. Un grupo élite del Ejército es cooptado por un cártel para hacer las funciones de guardia personal. Un gobernador insiste en que en su estado sólo roban golosinas, otro encarcela a opositores con el afán de acallar la disidencia (“se robó un celular”, “es un peligro para la estabilidad”, “me vio feo”). Un mandatario ordena el desalojo de una “disco” utilizando la fuerza pública, que golpea, empuja y provoca la muerte de jóvenes. Niños mueren quemados y asfixiados porque la puerta de emergencia está bloqueada. Hombres pierden la vida tras colapsar una mina que no cuenta con medidas de seguridad básicas. Alguien da una orden para desaparecer a estudiantes, otro de ejecutar a supuestos criminales. Y sin embargo “no pasa nada” porque “viva México, cabrones”.
La corrupción se ha infiltrado en la estructura que soporta al país, ha hecho suyos los eslabones que lo unen. Los medios de comunicación, esos que se supone se encargan de dar a conocer la verdad ¿(la de quién?) también han sido víctimas de este fenómeno, difundiendo intereses a veces ocultos y otros evidentes mediante una información que en el mejor de los casos resulta parcial.

Hace unos días el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos dio a conocer que el vicepresidente del diario Unomásuno se encuentra ligado a la organización Los Cuinis, comandada por Abigael González Valencia (arrestado a finales de febrero de 2015) y su cuñado Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, quien encabeza el Cartel Jalisco Nueva Generación, grupos que de acuerdo con la dependencia “son poderosos por dedicarse al tráfico de cocaína y metanfetaminas, tener presencia en al menos ocho de los 31 estados del país y contar con conexiones en Estados Unidos, América Latina, África, Europa y Asia para contrabandear internacionalmente”.

Según John E. Smith, director interino de la Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos (OFAC), “a través de su relación con Naim Libien Tella, (vicepresidente del rotativo) la organización de tráfico de drogas Los Cuinis ha utilizado el periódico mexicano Unomásuno para impulsar sus actividades”.

Por lo anterior, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos recomienda a sus ciudadanos evitar transacciones con el diario mexicano, además de dar a conocer que los bienes e intereses de la empresa fueron congelados.

Ya en 2002 el columnista Roberto Rock L. había señalado la relación que Naim Libien Tella mantenía con actividades que se presumen ilícitas, como la del 4 de julio del 2001, cuando “efectivos de la PGR encontraron 214 kilos de cocaína en un hangar del aeropuerto de la ciudad de Toluca, el cual según los registros oficiales pertenecía a la familia Yamín Sesín (anteriores dueños del Unomásuno). Uno de sus integrantes, Víctor Yamín, declaró sin embargo que lo habían vendido a Naím Libién”.

Esta es sólo una prueba de las relaciones entre corrupción, crimen organizado, amparo de autoridades y los medios de comunicación en la contemporaneidad mexicana, tiempos donde siguiendo la idea de Martín Caparrós: “dicen que hacer periodismo es contar lo que alguien no quiere que se sepa; quizá, cada vez más, sea contar lo que muchos no quieren saber”.

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