'la referencia de una noria gigante'


Imagen: Reporte Índigo
Toda feria necesita su rueda de la fortuna, ¿cierto? Bueno, al menos es lo que creen las autoridades del estado de Puebla, que parecen esforzarse por hacer del territorio un parque de diversiones. No hay mejor metáfora para describir la inutilidad y la soberbia de la mayoría de las inversiones en infraestructura que se han realizado en la entidad. Esta atracción tuvo un costo aproximado de 400 millones de pesos (escribo la cifra mientras imagino sus rostros al conocer la cantidad).
En esta entrega de "No es ficción, es estadística", se nos habla de la contradicción de invertoir en una zona que va de la marginalidad al lujo. El otro lado de la moneda de Angelópolis es Teopatlán, donde la "esperanza de vida sólo alcanzará los 49 años en promedio... como en Ruanda".
Yo sigo a la espera de un monorriel (Lisa necesita frenos)


La referencia de una noria gigante

Para saber de qué va la desigualdad en Puebla, asómese a su ventana. Si a lo lejos divisa una noria gigante (observatorio giratorio) y atrás el inmenso Popocatépetl y su inmaculada Iztaccíhuatl, se encuentra cerca de la zona de Angelópolis, un territorio aspiracional y muy reducido de la capital del estado donde sólo habitan las personas que tienen una esperanza de vida de 74 años.
(Mire que vivir en el tercer estado más pobre de México y alcanzar una esperanza de vida de 74 años, ya es un privilegio que se mide aparte.)
A una hora y veinte minutos de ahí, en un tiempo promedio de viaje en automóvil, se encuentra Teopantlán, una localidad del sur del estado donde el sol  refracta con fuerza. Desde ahí sólo se aprecian los inmensos volcanes, pero sin la lujosa mega rueda de la fortuna. Si usted vive ahí su esperanza de vida sólo alcanzará los 49 años en promedio... como en Ruanda, un pequeño país de África Central.
Los 50 kilómetros de distancia entre la zona de Angelópolis y Teopantlán hacen la diferencia en Puebla. Según datos del estudio “El desarrollo humano y los Objetivos del Desarrollo del Milenio en Puebla” que realizó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ésta es la más notable desigualdad en el estado.
Cualquier economista está convencido de que el problema de un país, estado o municipio no es la pobreza en sí, sino la brecha de desigualdad que hay entre sus habitantes; y aunque eso es hoy Puebla, el territorio de las desigualdades, a estas alturas para los poblanos ése es ya un modo de vida.
Los poblanos han obtenido con cifras y estadísticas lo que sembraron con su voto: un gobierno que se empeñó en construir un Centro Integral de Servicios de primer mundo (aunque haya pueblos sin un básico registro civil), calles de concreto hidráulico (aunque el resto de sus calles sea un salpicón de baches o haya poblaciones a las que se llega sólo a pie o en tortuosas terracerías), el Parque Lineal Angelópolis (aunque a veces apeste porque llega el hedor del río Atoyac, uno de los más contaminados del mundo), una inmensa rueda de la fortuna que llamaron “observatorio” (aunque el poblano sólo se suba una vez en su vida porque sus ingresos no le alcanzan para otra vuelta, en el mejor de los casos), y el lindísimo Ecoparque Metropolitano (deteriorado por el vandalismo). Todo suman una inversión de más de 4 mil 400 millones de pesos en una extensión de territorio equivalente a cualquier colonia de la capital.
Cómo no vivir bien si se tiene todo lujo a la mano. Incluso los capos del narcotráfico confirman que se puede vivir bien y mejor en la zona de Angelópolis que en cualquier otra parte de México.
Los miles de millones invertidos en tan sólo una parte de la ciudad de uno de los 217 municipios que componen Puebla contribuyen en términos generales a subir cualquier estadística de desarrollo, pero si estudia un desglose de indicadores por municipio o comunidad el resultado no puede ser otro que la exclusión. Sí, Puebla se desarrolla pero de forma dispar. Puebla aumentó su IDH pero también ensanchó su brecha de desigualdad social.
Es ahí donde insisto que el gobierno de Puebla trabaja muy duro, sí, pero para unos cuantos que ni siquiera comprenden toda la ciudad de Puebla. Ese grupo de privilegiados no son, por lo menos, los de una ciudad del municipio. No. Son unos pocos. Los menos entre los pocos. Casi nada, pues.
Y es curioso el poblano que se indigna por los monopolios o la monarquía de otros países, pero cuando abre su ventana y observa a lo lejos una noria gigante lo primero que pronuncia es: “¡qué bonito amaneció hoy el Popocatépetl!” Las redes sociales se inundan de hermosas estampas, ignorando que delante de ese bello horizonte se encuentra una noria gigante que nos indica que el progreso de unos cuantos sólo está ahí. Y sólo ahí.  A un pedacito de tierra a la que le da sombra. Ni un centímetro afuera más que de la reserva Atlixcáyotl.

Para conocer más "obras élite" del periodo gubernamental: AQUÍ

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