'dinero ten, y todo parecerá bien'

iglesia de canoa
fotografía: yussel dardón

El retiro del servicio de Registro Civil en la juntas auxiliares (sé que a muchos se les hará extraña esta figura, que es algo así como una versión amorfa de delegaciones) de Puebla es el origen de muchas de las manifestaciones de los últimos días en el estado, incluyendo las de Tehuacán, Canoa y Chalchihuapan, comunidad que ahora está en boca de todos tras el enfrentamiento de pobladores y Policía estatal el 9 de julio en la vía Atlixcáyotl, que dejó como saldo heridos de ambos lados y la muerte de un menor.

En "No es ficción, es estadística", Magaly Herrera nos presenta cifras de ese botín en el que se convirtió el Registro Civil en las juntas auxiliares, así como el conflicto que se creó por dejar sin este servicio a esos lugares, algunos de los cuales quedan a una hora u hora y media de la cabecera municipal donde deben acudir a tramitar un acta de nacimiento, matrimonio, divorcio o defunción la función. Ya ni "la muerte tiene permiso", don Edmundo Valadés.

“Dinero ten, y todo parecerá bien”

La centralización del servicio de Registro Civil en las cabeceras municipales del estado de Puebla, “le está dando (a todos) donde más les duele: en el bolsillo”. El dicho popular trasciende porque la idea en sí misma comulga casi con cualquier suceso.
El Registro Civil se convirtió por años en botín de muchos presidentes auxiliares que jamás rindieron cuentas del dinero que ingresaban por el cobro de los servicios para expedir actas de nacimiento, de matrimonio o defunción, pero eso no quita que el servicio fuera —y sea hasta hoy— obligado y necesario.
Del cobro de los servicios del Registro Civil sólo se beneficiaron los presidentes subalternos. No hubo retribución justa en obras y acciones a favor de las poblaciones o colonias que se demarcaron. Y las juntas auxiliares se convirtieron en el mejor cargo o empleo de cualquier ciudadano que, sin formación o ideal de bienestar social o político, accedieron con facilidad al poder. Un gran negocio.
Para qué afiliarse a algún partido político y estar sujeto al escrutinio público, si desde una presidencia auxiliar no sólo se obtenía un buen salario sino un dinero extra que provenía del cobro del Registro Civil, y que en suma representaba una iguala proporcional al salario de un diputado federal.
En la ciudad de Puebla el salario de un presidente auxiliar asciende a 20 mil pesos mensuales, pero el “negocio” del Registro Civil les llegó a dar dividendos hasta por 100 mil al mes. Un buen ingreso, ¿no? Sí, y de ahí provienen todas las tentaciones ciudadanas sin la tediosa necesidad de acercarse al poder sin asumir los compromisos que exigen los partidos políticos.
Algunos presidentes auxiliares desfalcaron a los ayuntamientos del cobro de servicios del Registro Civil, y mucho de eso motivó la reforma a la Ley Orgánica Municipal que les retiró el derecho de seguir operando los servicios en sus poblaciones subalternas. Pero lo que comenzó como una medida favorable para combatir la corrupción, hoy se ha vuelto un verdadero dolor de cabeza para los presidentes municipales y para el propio gobierno estatal.
La gobernabilidad es el hilo más gastado en el sexenio de Rafael Moreno Valle, y en cualquier momento se puede reventar. Sobre todo porque el retiro de los registros civiles, que por ahora ha resuelto el municipio de Puebla con la apertura de oficinas móviles en sus juntas subalternas, no sólo significa echar abajo los intereses económicos y unipersonales de los presidentes auxiliares, sino también de los habitantes, aunque en diferente y noble lid.
Se les olvidó que hace unos 50 años, en los municipios de Puebla, como casi en todos los del país, las cabeceras concentraban el poder político, religioso y comercial. Los grandes tianguis se celebraban sólo en los patios públicos de las cabeceras, las fiestas patronales se centralizaban en las primeras iglesias, ahí mismo, en las cabeceras; el resto de los pueblos eran súbditos, con el “derecho cultural” anulado para celebrar sus propias fiestas y tianguis en sus localidades de origen.
Algunos pueblos se organizaron, emprendieron luchas violentas “a machete y bastón” para liberarse del yugo de las cabeceras municipales. Los labriegos robaron santos de las parroquias para edificarles una nueva iglesia en las comunidades subalternas y organizaron sus propias fiestas. También improvisaron pequeños mercados para independizarse de otros pueblos donde, desde la Colonización, se centró el ejercicio de todo el poder. En suma, la rebelión les llevó a la independencia. Y de eso no ha pasado mucho tiempo.
En los últimos cinco años los tribunales agrarios en México han recibido más de 100 mil expedientes por delimitación de tierras. No se refieren a la posesión sino a la pertenencia de un pueblo. La tierra es sagrada y pertenecer a un pueblo es la vida misma.
Hoy esos rencores ancestrales se reaniman con la eliminación de los Registros Civiles. El hecho toca el orgullo de cualquier habitante que ahora deberá asistir a la cabecera municipal —de la que se liberaron a “golpe y batalla” hace más de medio siglo— para realizar trámites sencillos, pero determinantes para la vida cotidiana.
Hay pueblos que están hasta tres horas de distancia de la cabecera municipal. Ir y venir no sólo es tiempo y orgullo, también es dinero. Dinero que es escaso y duele gastar por una orden gubernamental que parece caprichosa a simple vista.
Cualquier interés cicatero de algún presidente auxiliar que pretenda perpetuar las prácticas corruptas pero dadivosas de la operación independiente del Registro Civil en sus comunidades, está respaldado por un coraje idealizado en la libertad de los ciudadanos. Y son muchos. Son un pueblo, pues.
Con las reformas a la Ley Orgánica Municipal el estado de Puebla se resolvió un problema de tajo, pero sembraron otros conflictos en tierra fértil donde basta una sacudida al bolsillo para motivar una explosión social.

Para leer algo de lo que sucede en la junta auxiliar San Miguel Canoa, donde se han sepultado ocho personas sin acta de defunción: AQUÍ.

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